El amor alimenta las relaciones personales, es decir, fortalece el vínculo de pareja, mejora tu relación con los amigos, te hace sentir integrado en un grupo, te permite formar parte de una familia. ¿Pero qué sucede con la relación que cada persona establece consigo misma? La realidad es que dicha relación puede alimentarse desde la indiferencia en muchos casos. Así sucede cuando no escuchas tus necesidades, cuando siempre otorgar prioridad a los demás, cuando no respetas tu espacio…
Ha llegado el momento de dar un giro al modo de vivir para alimentar el amor propio, tener más seguridad y confianza en ti mismo. Por tanto, aprende a tener muestras de afecto contigo mismo. Estas muestras de afecto, pueden ponerse en práctica a través de los detalles más sencillos. Por ejemplo, puedes hacerte la vida agradable: prepararte un menú especial en lunes, disfrutar de un baño relajante al llegar a casa después de una jornada interminable, quedar con los amigos para ir al cine, viajar a una ciudad diferente…
Pero especialmente, las muestras de afecto se producen a través del pensamiento, el modo de comunicación que cada persona tiene consigo misma. Por ello, puedes decirte a ti mismo mensajes optimistas en la rutina diaria: “He hecho un buen trabajo”, “soy una persona valiosa”, “me siento afortunado por todo lo que tengo”, “gracias a la vida”…
Existen otras muestras de afecto que puedes tener contigo. Por ejemplo, evita recordar constantemente aquello que te hizo sufrir y que te causa dolor. No te recrees una y mil veces, en la tragedia. Abre la puerta de la esperanza. Crea entornos de apoyo para ti en tu rutina. Por ejemplo, puedes participar en actividades de voluntariado porque en ese tipo de espacios, siempre es posible conocer gente buena y generosa. La alegría es cuestión de actitud.
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