Erase una vez, una flor muy bonita,
sus colores brillaban con el día
y daba fuerza a la propia luz.
Todo el mundo a su paso,
halagaba sus encantos,
la miraban, la admiraban,
le echaban piropos,
pero la flor,
empezó a cansarse de tanta admiración,
y comenzó a ocultar su belleza.
La situación cambio,
ya nadie veía sus atractivos,
y a la gente,
le empezó a pasar desapercibida.
La flor estaba muy contenta
sin recibir tantas muestras de admiración,
pero el sol, ya no podía entregarle su luz,
sus rayos de vida.
Y esa flor tapada, fue perdiendo su fuerza
y sus encantos, poco a poco
la flor se miraba en el espejo
y ya no se veía tan bonita.
Se empezó a preocupar,
empezó a echar de menos
esos piropos, que le decían por la calle,
cuando se mostraba atractiva e insinuante.
La flor, casi marchita
apenas sin fuerza para reaccionar,
escucho al viento enfurecido, gritándole
muéstrate como eres,
enseña tus encantos al sol,
para que pueda devolverte
la luz de tu belleza.
Y la flor, casi sin fuerzas para descubrirse,
intento ser de nuevo la que era,
mostró sus encantos, que con la luz del sol
se fueron poco a poco recuperando,
y la flor empezó de nuevo
a recibir halagos y piropos.
El sol le entrego su luz,
y empezó a iluminarse
de la propia luz,
que la flor desprendía,
brillando otra vez
con la fuerza de un sol radiante.
La flor, ya nunca más se sintió molesta
al recibir piropos y admiración,
y disfruto del placer, de verse bonita
y de sentirse admirada.
Moraleja:
Nunca ocultes tu belleza,
ni desprecies la admiración de los demás.
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