Incorpora este concepto como una referencia real, es decir, vivir coherentemente con esta idea, no es fácil. Y sobre todo no es gratis. (Nada que sea bueno lo es, y esto es bueno).
Estoy diciendo que si soy adulto, nadie puede obligarme a hacer lo que no quiero hacer. Lo máximo que puede pasarme, en todo caso, es que el precio sea mi vida. (no es que yo minimice ese coste, pero sigo pensando que es diferente creer que no puedo hacerlo, a saber que hacerlo me costaría la vida).
Sin embargo, en lo cotidiano, en el pasar de todos los días, los precios son muchos más bajos. En general, lo único que es necesario es incorporar la capacidad de renunciar a que algunos de los demás me aprueben, me aplaudan, me quieran. (El coste, como a mí me gusta llamarlo, es que cuando uno se atreve a decir NO empieza a descubrir algunos aspectos desconocidos de sus amigos: la nuca, la espalda y todas esas otras partes que se ven sólo cuando el otro se va).
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