En la vida, de forma inconsciente, muchas veces vamos cerrando puertas a aquellos que tenemos alrededor. Por ejemplo, es habitual que alguien que está en un momento de decepción profundo, no se moleste en percibir lo bueno de los demás. En ese momento, está cerrado a las relaciones sociales porque se protege de cualquier herida nueva. Existen muchas formas a través de las cuales puede que no te estés dejando querer: la soberbia, la vanidad, la antipatía, el egoísmo…
Barreras que lejos de acercarte a aquellos que tienes cerca y que se preocupan por ti, te conducen al abismo del vacío. Y es que, hay un punto en el que más allá de las buenas intenciones, alguien puede que no sepa cómo acercarse o cómo acertar. Es decir, a veces, también se tiene miedo.
Se trata de una situación que todos hemos vivido en algún momento. Por ejemplo, puede que hayas querido ayudar a alguien que no se dejaba ayudar y no sabías como hacerlo. También puede suceder que hayas tenido interés en alguien que no ha mostrado ningún tipo de reciprocidad hacia ti. Lo importante es que de todo se aprende, y la realidad, es que al final, quien más sale perdiendo es aquel que no se deja querer y pone un muro entre sí mismo y el resto del mundo.
Además, de forma curiosa, muchas personas que se sienten solas están deseando recibir un poco de cariño y de atención. Sin embargo, simplemente, tienen que concederse el derecho emocional de saber que son personas valiosas que se merecen lo mejor. Es decir, detrás del rechazo del amor también existe falta de autoestima.
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