Camino a Zaad un viajero encontró a un hombre que vivía en una villa vecina; y el viajero, apuntando con su mano hacia una vasta extensión de tierra, preguntó al hombre diciendo:
-¿No fue éste el campo de batalla donde el rey Ahlam venció a sus enemigos?
-Nunca ha sido un campo de batalla -respondió el hombre-. Una vez existió sobre esta tierra la gran ciudad de Zaad, incendiada hasta quedar en cenizas. Pero ahora es tierra buena, ¿no es así?
Y el viajero y el hombre se separaron.
Casi media milla más lejos el viajero encontró a otro hombre y, señalando hacia el campo otra vez, dijo:
-¿Así que allí es donde la gran ciudad de Zaad se estableció una vez?
-Jamás existió ciudad alguna en este lugar -respondió el hombre-. Pero sí hubo un monasterio que fue destruido por la gente del País del Sur.
Un rato más tarde, en la misma ruta a Zaad, el viajero encontró a un tercer hombre, y apuntando otra vez hacia la tierra, dijo:
-¿Es verdad que ese es el lugar donde una vez hubo un gran monasterio?
-Nunca existió un monasterio en los alrededores -respondió el hombre-, pero según nuestros padres y antepasados, una vez cayó un gran meteoro sobre el campo.
El viajero continuó su camino, admirándose en su corazón. Y encontró a un hombre muy anciano y, saludándolo, le dijo
-Señor, caminando esta ruta encontré a tres hombres que habitan el vecindario y les pregunté a cada uno la historia de esta tierra, y cada uno denegó lo que el otro había contestado, y a su vez cada uno me contaba una nueva historia que el otro ni había mencionado.
-Amigo mío -respondió el anciano elevando la cabeza-, cada uno y los tres te contestó lo que en realidad fue; pero muy pocos de nosotros estamos capacitados para agregar afirmaciones a otras afirmaciones diferentes y construir una verdad de ahí en más.
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