lunes, 31 de marzo de 2014

REGALOS PARA EL MAHARAJÁ


—Mira, Demián, sería fantástico que le llevaras los apuntes a tu amigo, sería ideal que además sintieras placer al hacerlo, sería razonable que lo hicieras sin emoción alguna, pero ¿sintiendo bronca?... Yo no creo que Juan pueda aprobar esa materia estudiando por esos apuntes!
— ¿Eso qué tiene que ver?
— Nada, es una broma, pensaba en las “malas ondas” como dicen ustedes.
— No sé qué hinchas tanto, si yo ya dije que los iba a llevar.
— Hincho para que sepas cómo llegas a estas situaciones. ¿Te cuento un cuento? Una vez un maharajá, que tenía fama de ser muy sabio, cumplía 100 años. El acontecimiento fue recibido con gran alegría, ya que todos querían mucho al gobernante. En el palacio se organizó una gran fiesta para esa noche y se invitaron a poderosos señores del reino y de otros países. El día llegó y una montaña de regalos se amontonó en la entrada del salón, donde el maharajá iba a saludar a sus invitados. Durante la cena, el maharajá pidió a sus sirvientes que separaran los regalos en dos grupos: los que tenían remitente y los que no se sabía quién los había enviado.
A los postres, el rey mandó traer todos los regalos en sus dos montañas. Una de cientos de grandes y costosos regalos y otra más pequeña, de una decena de presentes. El maharajá comenzó a tomar regalo por regalo de la primera montaña y fue llamando a los que habían enviado los regalos. A cada uno lo hacía subir al trono y le decía:
—Te agradezco tu regalo, te lo devuelvo y estamos como antes –y le devolvía el regalo, no importaba cuál fuera.
Cuando terminó con esa pila, se acercó a la otra montaña de regalos y dijo:
—Estos regalos no tienen remitente. A estos sí los voy a aceptar, porque estos no me obligan y a mi edad, no es bueno contraer deudas.
—Cada vez que recibes algo, Demián, puede estar en tu ánimo o en el del otro, transformar este dar en una deuda. Si fuera así, sería mejor no recibir nada. Pero si eres capaz de dar sin esperar pagos y de recibir sin sentir obligaciones,
entonces puedes dar o no, recibir o no, pero nunca más quedarás endeudado. Y lo más importante, nunca más nadie dejará de pagarte lo que te debe, porque nunca más nadie te deberá nada.
Cuando Jorge terminó de hablar, la bronca había desaparecido. Me di cuenta de que no tenía obligación de llevarle los apuntes. Me di cuenta de que lo que él me había ayudado, fue hecho con sus ganas. Y aún más: si lo había hecho como una manera de dejarme deudor, era un turro y entonces yo no quería hacerle favores. No debía pues nada y podía hacer lo que quisiera. Así que le di un beso a Jorge y me fui a llevarle los apuntes a Juan.

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