Me quedé boyando en el tema de las relaciones entre padres e hijos. ¡El gordo tenía razón! Cada generación ve las cosas desde su propio y único punto de vista. Nosotros y ellos como en otro tiempo, ellos y los abuelos, peleamos porque no podemos siquiera acordar una misma realidad.
— Hablé con mis viejos, ¿sabes?
— ¿Ahá?
— Le conté el cuento de la gallina.
— ¿Y?
—Al principio, reaccionaron exactamente como yo pensé que iban a hacer. Mi vieja diciendo que no entendía la relación
y mi viejo, diciendo que no estaba de acuerdo. Pero después nos quedamos callados un largo rato, y al final ya no estábamos tan en desacuerdo.
—Pudiste, por fin, acordar desacuerdos.
—Sí, es como tú decías, ponerse de acuerdo cuando nos ponemos de acuerdo es fácil, lo difícil es ponerse de acuerdo en que no estamos de acuerdo. Pero esto es lo que pasó.
— ¡Qué bueno!
— A pesar de todo, al final mi viejo aclaró que él cree que tiene prioridad de opinión por su edad, por su experiencia y
porque hay peligros en la vida que todavía no estamos en condiciones de enfrentar sin ellos, y toda la bola.
— ¿Y tú qué crees?
— Que no es cierto, que yo podría enfrentarme con casi todas las cosas.
— ¿Y con otras?
— Y con otras, creo que no.
— Entonces, el viejo tiene razón. Hay “peligros” para los cuales todavía los necesitas.
— Te deja en desventaja ese planteo, ¿eh?
— Sí, pero es verdad.
— ¡Es verdad! Ahora falta saber si es toda la verdad...
— ¿Cómo?
— Escucha...
Había una vez una familia de pastores. Tenían todas las ovejas juntas en un solo corral. Las alimentaban, las cuidaban y las paseaban. De vez en cuando, las ovejas trataban de escapar. Aparecía entonces el más viejo de los pastores y les decía:
—Ustedes, ovejas inconscientes y soberbias. No saben que afuera el valle está lleno de peligros. Solamente aquí podrán tener agua, alimentos y sobre todo, protección contra los lobos. En general, esto bastaba para frenar los “aires de libertad” de las ovejas. Un día nació una oveja diferente, digamos una oveja negra. Tenía espíritu rebelde y animaba a sus compañeras a huir hacia la libertad de la pradera. Las visitas del viejo pastor para convencer a las ovejas de los peligros exteriores, debieron hacerse cada vez más frecuentes. No obstante, las ovejas estaban inquietas y cada vez que se las sacaba del corral, daba más trabajo reunirlas.
Hasta que una noche, la oveja negra las convenció y huyeron. Los pastores no notaron nada hasta el amanecer, allí vieron el corral roto y vacío. Todos junto fueron a llorar a lo del anciano jefe de familia.
— Se han ido, se han ido.
— Pobrecitas...
— ¿Y el hambre?
— ¿Y la sed?
— ¿Y el lobo?
— ¿Qué será de ellas sin nosotros?
El anciano tosió, dio una pitada de la pipa y dijo:
—Es verdad, ¿qué será de ellas sin nosotros? Y lo que es casi peor... ¡¿Qué será de nosotros sin ellas?!
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