Aprendamos la agresividad o la benevolencia, la capacidad de amar o la anestesia afectiva, el miedo, el optimismo o el pesimismo. Es un largo aprendizaje mediante el cual construimos estos "hábitos del corazón" que, a veces, tanto nos cuesta desaprender.
José Antonio Marina
Nietzsche afirmaba que la finalidad de la educación de los hijos es poner en el mundo personas más libres de lo que somos nosotros. Jacques Delors considera que la educación es la utopía necesaria y el único recurso sensato para escapar a la desesperación y al cinismo. Ayudar a nuestros hijos a que descubran quiénes son es parte de nuestra misión como padres: ¿Cómo educamos? ¿para qué educamos? ¿cómo gestionamos nuestros "hábitos del corazón"?
Trataremos de cómo amar mejor a nuestros hijos para que sean capaces de irse con amor. Os proponemos construir un amor que no les aprisione, sino que les libere: un amor que les permita ser ellos mismos sin depender de nosotros. Se trata de amarles bien para que sean valientes de arriesgarse a amar y vivir una vida plena y con sentido.
Sabemos que la principal vía de la educación afectiva es el aprendizaje mediante modelos. Todos influimos, de forma más o menos consciente, en la educación de niños y adolescentes, pero es dentro del entorno familiar donde empiezan a forzar y a construir la base del futuro adulto que serán. La educación y crecimiento afectivo de los padres y adultos con los que conviven. Sólo así será posible que se conviertan en personas sanas emocionalmente equilibradas y fuertes. Sólo así se podrán ir.
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