lunes, 13 de enero de 2014

SER PINO Y NO OLMO



El arquero da en el blanco, en parte tensado, en parte aflojado.

Cuenta Fredda Dudley que, siendo muy niña, era tan escrupulosa y se preocupaba  tanto con todo que casi siempre se sentía infeliz. Un día, al principio de otoño, durante una fuerte nevada, su padre la llevó a dar un paseo por el campo.
-Mira estos olmos -le dijo-. Tienen las ramas tan destrozadas que quizá los árboles perezcan. Ahora fíjate en los pinos y los cedros, ilesos y verdes a pesar de la nieve y del viento.
Después de una larga mirada y una pausa, su padre continuó:
_Mira, Fredda, en este mundo hay dos clases  de árboles: los testarudos y los cuerdos. El olmo es porfiado e inflexible; persiste en conservar rígidas sus ramas, por más nieve y hielo que en ellas se acumule, hasta que su carga las rompe o desgaja, y entonces perece o queda desfigurado. Pero cuando al pino le cae encima más peso del que puede soportar, afloja sus fibras, inclina la ramas y deja escurrir la carga. Quiero, hija mía, que tú seas pino y no olmo.

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