viernes, 31 de enero de 2014

SUEÑOS DE SEMILLA




En el silencio de mi reflexión percibo todo mi mundo interno como si fuera una semilla, de alguna manera pequeña e insignificante pero también pletórica de potencialidades.

...Y veo en sus entrañas el germen de un árbol magnífico, el árbol de mi propia vida en proceso de desarrollo.

En su pequeñez, cada semilla contiene el espíritu del árbol que será después.

Cada semilla sabe cómo transformarse en árbol, cayendo en tierra fértil, absorbiendo los jugos que la alimentan, expandiendo las ramas y el follaje, llenándose de flores y de frutos, para poder dar lo que tienen que dar.

Cada semilla sabe cómo llegar a ser árbol y tantas son las semillas
como son los sueños secretos.

Dentro de nosotros, innumerables sueños esperan el tiempo de germinar, echar raíces y darse a luz, morir como semillas... para convertirse en árboles.

Árboles magníficos y orgullosos que a su vez nos digan, en su solidez, que oigamos nuestra voz interior, que escuchemos la sabiduría de nuestros sueños semilla.

Ellos, los sueños, indican el camino con símbolos y señales de toda clase, en cada hecho, en cada momento, entre las cosas y entre las personas, en los dolores y en los placeres, en los triunfos y en los fracasos.

Lo soñado nos enseña, dormidos o despiertos, a vernos, a escucharnos, a darnos cuenta.

Nos muestra el rumbo en presentimientos huidizos o en relámpagos de lucidez enceguecedora.

Y así crecemos, nos desarrollamos, evolucionamos...

Y un día, mientras transitamos este eterno presente que llamamos vida, las semillas de nuestros sueños se transformarán en árboles, y desplegarán sus ramas que, como alas gigantescas, cruzarán el cielo, uniendo en un solo trazo nuestro pasado y nuestro futuro.
Nada hay que temer, ...una sabiduría interior las acompaña...
porque cada semilla sabe.... cómo llegar a ser árbol...

 Jorge Bucay

UNA HISTORIA DE GRATITUD



Hoy hemos leído en clase una historia que nos ha hecho pensar.
Trataba de un joven muy pobre que vendía libros para costearse los estudios.Un día, llamó a una puerta para ofrecer su mercancía, pero sentía tanta hambre que cuando le abrieron pidió un poco de agua con la que engañar su estómago. la mujer que lo atendió, al ver su estado, en vez de agua le dio un gran vaso de leche.
Pasados los años, aquella mujer contrajo una grave enfermedad y fue hospitalizada para ser sometida a una operación urgente. El cirujano, al verla, creyó saber de quién se trataba y, al comprobar la dirección que aparecía en su ficha, se despejaron sus dudas.
La mujer fue operada y pronto recuperó la salud. Días después estando ya en casa, recibió una copia de la factura del hospital acompañada de una nota del cirujano: SU OPERACIÓN HA SIDO PAGADA CON UN VASO DE LECHE.

jueves, 30 de enero de 2014

REBELIÓN



Y, de pronto, el timbre sonó.-¿Estás ahí?-escuché- ¡Es la hora!-Ya voy –contesté automáticamente.-Ya es tarde. Abre la puerta

Estaba harto.

Pensé en agarrar el martillo y hacerlo…Con un poco de suerte podría, de un solo golpe, terminar con el incesante martirio

Sería maravilloso. No más controles… No más urgencias… ¡No más cárcel!Tarde o temprano todos se enterarían de lo que hice…Tarde o temprano alguien se animaría a imitarme…Y después, quizá otro…

Y muchos ganarían coraje. Una reacción en cadena que permitiría terminar para siempre con la opresión. Deshacernos definitivamente de ellos.Deshacernos de ellos en todas sus formas…

Pronto me di cuenta de que mi sueño era imposible. Nuestra esclavitud parece ser, a la vez, nuestra única posibilidad…Nosotros hemos creado a nuestros carceleros,Y, ahora, sin ellos, la sociedad no existiría.

Es necesario que lo admita…¡Ya no sabríamos vivir sin relojes!

AMOR POR ELECCION



Me he preguntado a mí mismo muchas veces, ¿yo amo a mis padres porque soy hijo suyo o más bien soy hijo suyo porque los amo? ¿ y mis padres, me amaron porque yo era hijo suyo o se hicieron mis padres porque me amaron?

José Luis Descalzo

El amor no viene de la nada, aunque así no lo han querido hacer creer. El amor se siembra y debe cuidarse a diario. No es fruto de una casualidad sino de un trabajo de actualización constante de nuestra capacidad de amar. Proponemos pasar del sustantivo " amor" al verbo a "amar". Porque el hecho es que podemos elegir amar bien a nuestros hijos y a nuestros padres, Esta elección deberá plasmarse en actos concretos en nuestra  convivencia, que alimentarán nuestra historia compartida.

Nuestro amor hacia los padres dependerá de si nos han dado alas o no las han cortado hasta convertirlas en muñones inútiles para volar; si han alimentado nuestro instinto de vida, o bien han nutrido nuestro instinto de muerte; si han favorecido nuestro crecimiento y creatividad o nuestro repliegue, nuestra destructividad y narcisismo.

Los hijos podemos  elegir amarlos o tan sólo respetarlos. También podemos elegir separarnos de ellos si llega el momento en que peligra nuestra existencia. No todos los padres son buenos padres como tampoco todos los hijos son buenos hijos.
Nos hacemos padres al bien-amar a los hijos. Nos hacemos hijos de nuestros padres cuando les amamos bien.

miércoles, 29 de enero de 2014

ILUSIÓN



Había una vez un campesino gordo y feo

que se había enamorado (¿como no?)

de una princesa hermosa y rubia...

Un día, la princesa - vaya usted a saber por qué -

dio un beso al feo y gordo campesino...

y, mágicamente, éste se transformó

en un esbelto y apuesto príncipe.

(Por lo menos, así lo veía ella...)

(Por lo menos, así se sentía el...)

Jorge Bucay

UN LUGAR EN EL BOSQUE



Esta historia nos habla de un famoso rabino jasídico: Baal Shem Tov.

Baal Shem Tov era muy conocido dentro de su comunidad porque todos decían que era un hombre tan piadoso, tan bondadoso, tan casto y tan puro que Dios escuchaba sus palabras cuando él hablaba.

Se había creado una tradición en aquel pueblo: todos los que tenían un deseo insatisfecho o necesitaban algo que no habían podido conseguir, iban a ver al rabino.

Baal Shem Tov se reunía con ellos una vez por año, en un día especial que él elegía. Y los llevaba a todos juntos a un lugar único que él conocía, en medio del bosque.

Y, una vez allí, cuenta la leyenda, Baal Shem Tov encendía con ramas y hojas un fuego de manera muy particular y muy hermosa, y entonaba después una oración en voz muy baja, como si fuera para sí mismo.

Y dicen… que a Dios le gustaba tanto aquellas palabras que Baal Shem Tov decía, se fascinaba tanto con el fuego encendido de aquella manera, amaba tanto aquella reunión de gente en aquel lugar del bosque… que no podía resistirse a la petición de Baal Shem Tov y concedía los deseos de todas las personas que allí estaban.

Cuando el rabino murió, la gente se dio cuenta de que nadie conocía las palabras que Baal Shem Tov decía cuando iban todos juntos a pedir algo.

Pero conocían el lugar del bosque y sabían cómo encender el fuego.

Una vez al año, siguiendo la tradición que Baal Shem Tov había instituido, todos los que tenían necesidades y deseos insatisfechos se reunían en aquel mismo lugar del bosque, prendían el fuego de la manera que habían aprendido del viejo rabino y, como no conocían sus palabras, cantaban cualquier canción o recitaban un salmo, o sólo se miraban y hablaban de cualquier cosa en aquel mismo lugar alrededor del fuego.

Y dicen… que a Dios le gustaba tanto el fuego encendido, le gustaba tanto aquel lugar en el bosque y aquella gente reunida… que aunque nadie decía las palabras adecuadas, igualmente concedía los deseos a todos los que allí estaban.

El tiempo ha pasado y, de generación en generación, la sabiduría se ha ido perdiendo…

Y aquí estamos nosotros.

Nosotros no sabemos cuál es el lugar en el bosque.

No sabemos cuáles son las palabras.

Ni siquiera sabemos cómo encender el fuego como lo hacía Baal Shem Tov…

Sin embargo, hay algo que sí que sabemos.


Sabemos esta historia.

Sabemos este cuento…

Y dicen… que Dios adora tanto este cuento,

que le gusta tanto esta historia,

que basta que alguien la cuente

y que alguien la escuche

para que Él, complacido,

satisfaga cualquier necesidad

y conceda cualquier deseo

a todos los que están compartiendo este momento…

Así sea…

DIOS TE BENDIGA.

martes, 28 de enero de 2014

OBSTÁCULOS DE JORGE BUCAY





Voy andando por un sendero. 
Dejo que mis pies me lleven. 
Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. 
En el horizonte se recorta la silueta de una ciudad. 
Agudizo la mirada para distinguirla bien. 
Siento que la ciudad me atrae. 
Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo. 
Todas mis metas, mis objetivos y mis logros. 
Mis ambiciones y mis sueños están en esa ciudad. 
Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, lo que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos. 
Me imagino que todo eso está en esa ciudad. 
Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella. 
A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba. 
Me canso un poco, pero no importa. 
Sigo. 
Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino. 
Al acercarme, veo que una enorme zanja me impide mi paso. 
Temo... dudo. 
Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente. 
De todas maneras decido saltar la zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto... 
Consigo pasarla. 
Me repongo y sigo caminando. 
Unos metros más adelante, aparece otra zanja. 
Vuelvo a tomar carrera y también la salto. 
Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado. 

Me sorprende un abismo que detiene mi camino. 
Me detengo. Imposible saltarlo 
Veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas. 
Me doy cuenta de que está allí para construir un puente. 
Nunca he sido hábil con mis manos. 
... Pienso en renunciar. 
Miro la meta que deseo... y resisto. 
Empiezo a construir el puente. 
Pasan horas, o días, o meses. 
El puente está hecho. 
Emocionado, lo cruzo. 
Y al llegar al otro lado... descubro el muro. 
Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños... 
Me siento abatido... 
Busco la manera de esquivarlo. 
No hay caso. 
debo escalarlo. 
La ciudad está tan cerca... 
No dejaré que el muro impida mi paso. 
Me propongo trepar. 
Descanso unos minutos y tomo aire... 
De pronto veo, 
a un costado del camino, 
un niño que me mira como si me conociera. 
Me sonríe con complicidad. 
Me recuerda a mí mismo... cuando era niño. 
Quizás por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja: 
- ¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo? 
El niño se encoge de hombros y me contesta: 
- ¿Por qué me lo preguntas a mí? 
Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras... 
Los obstáculos los trajiste tú.

JORGE BUCAY

LOS NIÑOS ESTABAN SOLOS




Su madre se había marchado por la mañana temprano y los había dejado al cuidado de Marina, una joven de dieciocho años a la que a veces contrataba por unas horas para hacerse cargo de ellos a cambio de unos pocos pesos. Desde que el padre había muerto, los tiempos eran demasiado duros como para arriesgar el trabajo faltando cada vez que la abuela se enfermara o se ausentara de la ciudad.

Cuando el novio de la jovencita llamó para invitarla a un paseo en su coche nuevo, Marina no dudó demasiado. Después de todo, los niños estaban durmiendo como cada tarde, y no se despertarían hasta la cinco.

Apenas escuchó la bocina cogió el bolso y descolgó el teléfono. Tomó la precaución de cerrar la puerta del cuarto y se guardó la llave en el bolsillo. Ella no quería arriesgarse a que Pancho se despertara y bajara las escaleras para buscarla, porque después de todo tenía sólo seis años y en un descuido podía tropezar y lastimarse. Además, pensó, si eso sucediera, ¿cómo le explicaría a la madre que el niño no la había encontrado?

Quizás fue un cortocircuito en el televisor encendido o en alguna de las luces de la sala, o tal vez una chispa del hogar de leña; el caso es que cuando las cortinas empezaron a arder el fuego rápidamente alcanzó la escalera de madera que conducía a los dormitorios.

La tos del bebé debido al humo que se filtraba por debajo de la puerta lo despertó. Sin pensar, Pancho saltó de la cama y forcejeó con el picaporte para abrir la puerta pero no pudo. De todos modos, si lo hubiera conseguido, él y su hermano de meses hubieran sido devorados por las llamas en pocos minutos.

Pancho gritó llamando a Marina, pero nadie le contestó su llamada de auxilio. Así que corrió al teléfono que había en el cuarto (él sabía como marcar el número de su mamá) pero no había línea.

Pancho se dio cuenta que debía sacar a su hermanito de allí. Intentó abrir la ventana que daba a la cornisa, pero era imposible para sus pequeñas manos destrabar el seguro y aunque lo hubiera conseguido aún debía soltar la malla de alambre que sus padres habían instalado como protección.

Cuando los bomberos terminaron de apagar el incendio, el tema de conversación de todos era el mismo:

¿Cómo pudo ese niño tan pequeño romper el vidrio y luego el enrejado con el perchero?

¿Cómo pudo cargar al bebé en la mochila?

¿Cómo pudo caminar por la cornisa con semejante peso y bajar por el árbol?

¿Cómo pudo salvar su vida y la de su hermano?

El viejo jefe de bomberos, hombre sabio y respetado les dio la respuesta:

-Panchito estaba solo … No tenía a nadie que le dijera que no iba a poder.

lunes, 27 de enero de 2014

CUENTO SIN U





Caminaba distraídamente por el camino y de pronto lo vio.

Allí estaba el imponente espejo de mano, al costado del sendero, Como esperándolo.

Se acercó, lo alzó y se miró en él.

Se vio bien.

No se vio tan joven,  pero los años habían sido bastante bondadosos con él.

Sin embargo, había algo desagradable en la imagen de sí mismo.

Cierta rigidez en los gestos lo conectaba con los aspectos más agrios de la propia historia:

La bronca, el desprecio, la agresión, el abandono, la soledad.

Sintió la tentación de llevárselo, pero rápidamente desechó esa idea.

Ya había bastantes cosas desagradables en el planeta para cargar con otra más.

Decidió irse y olvidar para siempre ese camino y ese espejo insolente.

Caminó por horas tratando de vencer la tentación de volver atrás hacia el espejo. Ese misterioso objeto lo atraía como los imanes atraen a los metales.

Resistió y aceleró el paso.

Tarareaba canciones infantiles para no pensar en esa imagen horrible de sí mismo.

Corriendo, llegó a la casa donde había vivido desde siempre, se metió vestido en la cama y se tapó la cabeza con las sábanas.

Ya no veía el exterior, ni el sendero, ni el espejo, ni la imagen de él mismo reflejada en el espejo; pero no podía evitar la memoria de esa imagen:

la del resentimiento, la del dolor, la de la soledad, la del desamor, la del miedo, la menosprecio.

Había ciertas cosas indecibles e impensables....

....Pero él sabía donde había empezado todo esto.

Empezó esa tarde, hacía treinta y tres años...

El niño estaba tendido, llorando frente al lago el dolor del maltrato de los otros.

Esa tarde, el niño decidió borrar, para siempre, la letra del alfabeto.

Esa letra.

Esa.

La letra necesaria para nombrar al otro si está presente.

La letra imprescindible para hablarle a los demás, al dirigirles la palabra.

Sin manera de nombrarlos dejarían de ser deseados...

y entonces no había motivo para sentirlos necesarios....

se sentiría, por fin, libre......

EPILOGO:

Escribiendo sin "U"

puedo hablar hasta el cansancio de mí,

de lo mío, del yo,

de lo que tengo,

de lo que me pertenece...

Hasta puedo escribir de él,

de ellos

y de los otros.

Pero sin "U"

no puedo hablar de ustedes,

del tú,

de lo vuestro.

No puedo hablar de lo suyo,

de lo tuyo,

ni siquiera de lo nuestro.

Así me pasa....

A veces pierdo la "U"....

y dejo de poder hablarte,

pensarte, amarte, decirte.

Sin "U", yo me quedo pero tú desapareces...

Y sin poder nombrarte,

¿cómo podría disfrutarte?.

Como en el cuento... si tú no existes,

me condeno a ver lo peor de mí mismo

reflejándose eternamente,

en el mismo

mismísimo

estúpido

espejo.

Jorge Bucay

CUATRO SECRETOS PARA SER FELIZ




Lo que más deseamos en la vida es la felicidad. Pero en ocasiones saboteamos nuestros esfuerzos para alcanzarla.

La felicidad no es un destino a donde se llega, sino es la manera de caminar por la vida. Sin embargo, de manera extraña, en el trayecto podemos tropezar con dos problemas graves: algunos seres humanos tienen miedo de ser felices y muy pocos saben exactamente qué desean.

Si quieres vencer estos dos obstáculos y pertenecer al selecto grupo de gente feliz, te sugerimos seguir cuatro pasos para lograrlo.

1 - Desmantela tu armadura

Con frecuencia tememos ser felices y saboteamos nuestras ilusiones porque pensamos que no merecemos la felicidad y nos da miedo tratar de alcanzarla.

La forma más sencilla y frecuente de protegernos y mantenernos a salvo es construir una armadura de acero en la que encerramos nuestros sueños y deseos para que nadie pueda alcanzarlos ni destruirlos. Y, por supuesto, el resultado es que jamás damos un solo paso para hacerlos realidad.

Acepta que al reprimir tus sueños no los proteges, sino que impides que se realicen. Haz esfuerzos verdaderos para convertirlos en realidad. Esta decisión te puede llevar a correr algunas desilusiones y desengaños; pero también te llevará a éxitos que de otra manera no lograrías jamás.

2 - Conéctate con los deseos de tu corazón

Haz una “cita” contigo mismo para explorar cuáles son los sueños y los deseos que duermen en el fondo de tu corazón. Considérala y trátala como la cita más importante de tu vida.

Si lo consideras necesario, asiste a ella con libreta y pluma en mano.

Anota cuanta idea se te ocurra sobre lo que deseas, aunque te parezca absurda.

Cuando no tenemos idea de cuáles son nuestras metas en la vida ni sabemos cómo alcanzarlas, es una buena idea ayudar al cerebro a realizar esta exploración.

Lo importante es que logres conectarte con lo que tu corazón anhela realmente y que llegues a vislumbrar los diferentes caminos por medio de los cuales podrías alcanzarlo. De este modo, te será más fácil empezar a dar los pasos necesarios para convertir ese sueño en realidad.

Los esfuerzos que hagas llenarán de interés tu vida y te harán probar las primeras mieles de la felicidad.

3- Reconoce tu propio poder

Todos somos mental y físicamente capaces de hacer lo que nos proponemos; los límites los ponen nuestro miedo y nuestra imaginación. Y todos merecemos el éxito, como merecemos el amor y la felicidad.

Desafortunadamente, para muchos es más fácil decir “no puedo”; y todos solemos creer en nuestras propias palabras. Así que para conquistar la felicidad, empieza a practicar una actitud positiva, a fomentar la confianza en ti mismo y a decir “sí puedo”, a todos los retos que te vaya planteando la vida. Muy pronto descubrirás que puede hacer cosas de las que antes te sentías incapaz.

4 - No tomes precauciones como pretextos.

Algunos temores son buenos. Ser precavido y cauteloso es una virtud cuando se conduce un automóvil, se tienen hijos pequeños y se desea evitar cualquier tipo de accidente. Pero cuando el miedo te impide lanzarte en busca de tus sueños, ha llegado el momento de deshacerse de él.

En las decisiones importantes de la vida los temores y pretextos deben dejarse a un lado y debe imponerse el valor para correr ciertos riesgos, porque se necesita determinación para perseguir y alcanzar los grandes sueños. Para ser feliz hace falta honradez para seguir el camino correcto en su consecución y para no estropearla con la mentira o el egoísmo. Pero, ¿cómo sé en cada momento que estoy siendo honrado con las personas que realmente me importan? El problema que se nos plantea es el de reconocer el tipo de amor apropiado -cuál es la manera correcta de amar-, y distinguirla de un amor equivocado -que pueda terminar destruyendo aquello que uno ama.

Denis Derivet

domingo, 26 de enero de 2014

EL OSO




Ésta es la historia de un sastre, un zar y un oso. Un día, el zar descubrió que uno de los botones de su chaqueta preferida se había caído. El zar era caprichoso, autoritario y cruel. Así que, furioso por la ausencia del botón, mandó a buscar al sastre y ordenó que a la mañana siguiente fuera decapitado. Nadie contradecía al emperador de todas las Rusias, así que la guardia fue hasta la casa del sastre y, arrancándolo de entre los brazos de su familia, lo llevó a la mazmorra para que esperara allí su muerte. Al atardecer, cuando el carcelero le llevó la última cena, el sastre meneó la cabeza y musitó: “Pobre zar”.
- ¿Pobre zar? Pobre de ti- dijo el guardia.
- Tú no me entiendes- dijo el sastre- ¿Qué es lo más importante para nuestro zar?
- ¿Lo más importante? No lo sé. Su pueblo.
- Digo algo realmente importante para él.
- ¡Ya lo sé! ¡Su oso!
- Eso. Su oso. Mañana, cuando el verdugo termine conmigo, el zar perderá su única oportunidad de conseguir que su oso hable.
- ¿Tú eres entrenador de osos?
- Un viejo secreto familiar…..-dijo el sastre.
Deseoso de ganarse los favores del zar, el pobre guardia corrió a contarle al soberano su descubrimiento. ¡El sastre sabía enseñar a hablar a los osos! El zar estaba encantado. Mandó a buscar inmediatamente al sastre y, cuando lo tuvo frente a sí, le ordenó:
- ¡Enséñale a mi oso nuestro lenguaje!
- Me encantaría complacerle, ilustrísima- contestó es sastre bajando la cabeza-, pero enseñar a hablar a un oso es una tarea ardua y lleva tiempo….Lamentablemente, tiempo es lo que menos tengo.
- ¿Cuánto tiempo llevará el aprendizaje?
- Depende de la inteligencia del oso.
- ¡El oso es muy inteligente!- interrumpió el zar-. De hecho, es el oso más inteligente de todos los osos de Rusia.
- Bien. Si el oso es inteligente….y siente deseos de aprender….yo creo que el aprendizaje duraría…..no menos de ……¡dos años!
El zar pensó un momento.
- Bien. Tu pena será suspendida durante dos años mientras entrenes al oso. ¡Mañana empezarás!- ordenó.
- Alteza- dijo el sastre-. Si me conmuta la pena, yo no tendré tiempo para dedicarme a su oso. Deberé trabajar de sastre para mantener a mi familia.
- Eso no es problema- dijo el zar-. A partir de hoy, y durante dos años, tú y tu familia estaréis bajo protección real. Seréis vestidos, alimentados y educados con el dinero del zar. Pero eso sí: si dentro de dos años el oso no habla, te arrepentirás de haber pensado esta propuesta…… Entiendes, ¿verdad?
- Si, alteza.
- ¡Guardias!- grito el zar-. Que lleven al sastre a su casa en el carruaje de la corte. Dadle dos bolsas de oro, comida y regalos.
Cuando todos en casa lloraban por la pérdida del padre de familia, el sastre apareció en la casa en el carruaje del zar, sonriente, eufórico y con regalos para todos.
La esposa del sastre no cabía en sí de su asombro. Su marido volvía exitoso, acaudalado y exultante. Cuando estuvieron solos, el hombre le contó los hechos.
- ¡Estás loco!- gritó la mujer-. ¡Enseñar a hablar al oso del zar! Tú, que ni siquiera has visto un oso de cerca. Estás loco.
- Calma, mujer, calma. Mira, me iban a cortar la cabeza mañana, y ahora tengo dos años. En dos años pueden pasar tantas cosas….En dos años, se puede morir el zar….Me puedo morir yo…..Y lo más importante: ¡a lo mejor el oso habla!

Jorge Bucay

LA CIUDAD DE LOS POZOS



Esta ciudad no estaba habitada por personas, como todas las demás ciudades del planeta.

Esta ciudad estaba habitada por pozos. Pozos vivientes... pero pozos al fin.

Los pozos se diferenciaban entre sí, no sólo por el lugar en el que estaban excavados sino también por el brocal (la abertura que los conectaba con el exterior).

Había pozos pudientes y ostentosos con brocales de mármol y de metales preciosos; pozos humildes de ladrillo y madera y algunos otros más pobres, con simples agujeros pelados que se abrían en la tierra.

La comunicación entre los habitantes de la ciudad era de brocal a brocal y las noticias cundían rápidamente, de punta a punta del poblado.

Un dìa llegó a la ciudad una "moda" que seguramente había nacido en algún pueblito humano:

La nueva idea señalaba que todo ser viviente que se precie debería cuidar mucho más lo interior que lo exterior. Lo importante no es lo superficial sino el contenido.

Así fue cómo los pozos empezaron a llenarse de cosas.

Algunos se llenaban de joyas, monedas de oro y piedras preciosas. Otros, más prácticos, se llenaron de electrodomésticos y aparatos mecánicos. Algunos más, optaron por el arte, y fueron llenándose de pinturas, pianos de cola y sofisticadas esculturas posmodernas. Finalmente los intelectuales se llenaron de libros, de manifiestos ideológicos y de revistas especializadas.

Pasó el tiempo.

La mayoría de los pozos se llenaron a tal punto que ya no pudieron incorporar nada más.

Los pozos no eran todos iguales, así que, si bien algunos se conformaron, hubo otros que pensaron que debían hacer algo para seguir metiendo cosas en su interior...

Alguno de ellos fue el primero: En lugar de apretar el contenido, se le ocurrió aumentar su capacidad ensanchándose.

No pasó mucho tiempo antes de que la idea fuera imitada, todos los pozos gastaban gran parte de sus energías en ensancharse para poder hacer más espacio en su interior.

Un pozo, pequeño y alejado del centro de la ciudad, empezó a ver a sus camaradas ensanchándose desmedidamente. El pensó que si seguían hinchándose de tal manera , pronto se confundirían los bordes y cada uno perdería su identidad...

Quizás a partir de esta idea se le ocurrió que otra manera de aumentar su capacidad era crecer, pero no a lo ancho sino hacia lo profundo. Hacerse más hondo en lugar de más ancho.

Pronto se dio cuenta que todo lo que tenía dentro de él le imposibilitaba la tarea de profundizar. Si quería ser más profundo debía vaciarse de todo contenido...

Al principio tuvo miedo al vacío, pero luego, cuando vio que no había otra posibilidad, lo hizo.

Vacío de posesiones, el pozo empezó a volverse profundo, mientras los demás se apoderaban de las cosas de las que él se había deshecho...

Un día , sorpresivamente el pozo que crecía hacia adentro tuvo una sorpresa. Adentro, muy adentro , y muy en el fondo encontró agua...

Nunca antes otro pozo había encontrado agua...

El pozo superó la sorpresa y empezó a jugar con el agua del fondo, humedeciendo las paredes, salpicando los bordes y por último sacando agua hacia fuera.

La ciudad nunca había sido regada más que por la lluvia, que de hecho era bastante escasa, así que la tierra alrededor del pozo, revitalizada por el agua, empezó a despertar.

Las semillas de sus entrañas, brotaron en pasto, en tréboles, en flores, y en troquitos endebles que se volvieron árboles después...

La vida explotó en colores alrededor del alejado pozo al que empezaron a llamar "El Vergel".

Todos le preguntaban cómo había conseguido el milagro.

-Ningún milagro - contestaba el Vergel - hay que buscar en el interior, hacia lo profundo...

Muchos quisieron seguir el ejemplo del Vergel, pero desandaron la idea cuando se dieron cuenta de que para ir más profundo debían vaciarse. Siguieron ensanchándose cada vez más para llenarse de más y más cosas...

En la otra punta de la ciudad, otro pozo, decidió correr también el riesgo del vacío...

Y también empezó a profundizar...

Y también llegó al agua...

Y también salpicó hacia fuera creando un segundo oasis verde en el pueblo...

- ¿Que harás cuando se termine el agua? - le preguntaban.

- No sé lo que pasará - contestaba - Pero, por ahora, cuánto más agua saco, más agua hay.

Pasaron unos cuantos meses antes del gran descubrimiento.

Un día, casi por casualidad, los dos pozos se dieron cuenta de que el agua que habían encontrado en el fondo de sí mismos era la misma...

Que el mismo río subterráneo que pasaba por uno inundaba la profundidad del otro.

Se dieron cuenta de que se abría para ellos una nueva vida.

No sólo podìan comunicarse, de brocal a brocal, superficialmente, como todos los demás, sino que la búsqueda les había deparado un nuevo y secreto punto de contacto:

La comunicación profunda que sólo consiguen entre sí, aquellos que tienen el coraje de vaciarse de contenidos y buscar en lo profundo de su ser lo que tienen para dar...

Jorge Bucay

sábado, 25 de enero de 2014

EL TEMIDO ENEMIGO, JORGE BUCAY




Había una vez, en un reino muy lejano y perdido, un rey al que le gustaba mucho sentirse poderoso. Su deseo de poder no se satisfacía sólo con tenerlo, él necesitaba, además, que todos lo admiraran por ser poderoso. Así como a la madrastra de Blanca Nieves no le alcanzaba con verse bella, también él necesitaba mirarse en un espejo que le dijera lo poderoso que era. Él no tenía espejos mágicos, pero contaba con un montón de cortesanos y sirvientes a su alrededor a quienes preguntarle si él era el más poderoso del reino. Invariablemente todos le decían lo mismo:

- Alteza, eres muy poderoso, pero tú sabes que el mago tiene un poder que nadie posee: Él conoce el futuro.

El rey estaba muy celoso del mago pues aquel no sólo tenía fama de ser un hombre muy bueno y generoso, sino que además, el pueblo entero lo amaba, lo admiraba y festejaba que él existiera y viviera allí.

No decían lo mismo del rey. Quizás porque necesitaba demostrar que era él quien mandaba y el rey no era justo, ni ecuánime y mucho menos bondadoso.

Un día, cansado de que la gente le contara lo poderoso y querido que era el mago, o motivado por esa mezcla de celos y temores que genera la envidia, el rey urdió un plan: Organizaría una gran fiesta a la cual invitaría al mago. Después de la cena, pediría la atención de todos. Llamaría al mago al centro del salón y delante de los cortesanos, le preguntaría al mago si era cierto que sabía leer el futuro. El invitado tendría dos posibilidades: decir que no, defraudando así la admiración de los demás, o decir que sí, confirmando el motivo de su fama. El rey estaba seguro de que escogería la segunda posibilidad. Entonces, le pediría que le dijera la fecha en la que el mago del reino iba a morir. Éste daría una respuesta un día cualquiera, no importaba cuál. En ese mismo momento, planeaba el rey, sacar su espada y matarlo. Conseguiría con esto dos cosas de un solo golpe: la primera, deshacerse de su enemigo para siempre; la segunda, demostrar que el mago no había podido adelantarse al futuro, ya que se había equivocado en su predicción. Se acabarían, en una sola noche, el mago y el mito de sus poderes...

Los preparativos se iniciaron enseguida, y muy pronto llegó el día del festejo.... ...Después de la gran cena, el rey hizo pasar al mago al centro y le preguntó:

- ¿Es cierto que puedes leer el futuro?

- Un poco - dijo el mago.

- ¿Y puedes leer tu propio futuro? - preguntó el rey

- Un poco - dijo el mago.

- Entonces quiero que me des una prueba - dijo el rey ¿Qué día morirás? ¿Cuál es la fecha de tu muerte?

EI mago se sonrió, lo miró a los ojos y no contestó.

- ¿Qué pasa mago? - dijo el rey sonriente -¿No lo sabes?... no es cierto que puedes ver el futuro?

- No es eso - dijo el mago - pero lo que sé, no me animo a decírtelo.

-¿Cómo que no te animas? - dijo el rey ...Yo soy tu soberano y te ordeno que me lo digas. Debes darte cuenta de que es muy importante para el reino saber cuando perderemos a sus personajes más eminentes... Contéstame pues, ¿cuándo morirá el mago del reino?

Luego de un tenso silencio, el mago lo miró y dijo:

-No puedo precisarte la fecha, pero sé que el mago morirá exactamente un día antes que el rey.

Durante unos instantes, el tiempo se congeló. Un murmullo corrió por entre los invitados.

El rey siempre había dicho que no creía en los magos ni en adivinaciones, pero lo cierto es que no se animó a matar al mago. Lo perdonó, sí por conveniencia, pero le perdonó la vida. Lentamente el soberano bajó los brazos y se quedó en silencio... Los pensamientos se agolpaban en su cabeza.

Se dio cuenta de que se había equivocado.

Su odio había sido el peor consejero

-Alteza, te has puesto pálido. ¿Qué te sucede? - preguntó el invitado.

-Me estoy sintiendo mal - contestó el monarca - voy a ir a mi cuarto, te agradezco que hayas venido. Y con un gesto confuso giró en silencio encaminándose a sus habitaciones...

El mago era astuto, había dado la única respuesta que evitaría su muerte ¿Habría leído su mente? La predicción no podía ser cierta. Pero... ¿Y si lo fuera?... Estaba aturdido... Se le ocurrió que sería trágico que le pasara algo al mago camino a su casa

El rey volvió sobre sus pasos, y dijo en voz alta :

-Mago, eres famoso en el reino por tu sabiduría, te ruego que pases esta noche en el palacio pues debo consultarte por la mañana sobre algunas decisiones reales.

-¡Majestad! Será un gran honor, dijo el invitado con una reverencia.

El rey dio órdenes a sus guardias personales para que acompañaran al mago hasta las habitaciones de huéspedes en el palacio y custodiasen su puerta asegurándose de que nada le pasara...

Esa noche el soberano no pudo conciliar el sueño. Estuvo muy inquieto pensando qué pasaría si al mago le hubiera caído mal la comida, o si se hubiera hecho daño accidentalmente durante la noche, o si, simplemente, le hubiera llegado su hora.

Bien temprano en la mañana el rey golpeó en las habitaciones de su invitado.

Él nunca en su vida había pensado en consultar ninguna de sus decisiones, pero esta vez, en cuánto el mago lo recibió, hizo la pregunta...necesitaba una excusa.

Y el mago, que era un sabio, le dio una respuesta correcta, creativa y justa.

El rey, casi sin escuchar la respuesta, alabó a su huésped por su inteligencia y le pidió que se quedara un día más supuestamente, para "consultarle" otro asunto... (obviamente, el rey sólo quería asegurarse de que nada le pasara). El mago - que gozaba de la libertad que sólo conquistan los iluminados - aceptó.

Desde entonces todos los días, por la mañana o por la tarde, el rey iba hasta las habitaciones del mago para consultarlo y lo comprometía para una nueva consulta al día siguiente.

No pasó mucho tiempo antes de que el rey se diera cuenta de que los consejos de su nuevo asesor eran siempre acertados y terminara, casi sin notarlo, teniéndolos en cuenta en cada una de sus decisiones.

Pasaron los meses y luego los años.

Y como siempre... estar cerca del que sabe vuelve al que no sabe, más sabio.

Así fue: el rey poco a poco se fue volviendo más y más justo. Ya no era despótico ni autoritario. Dejó de necesitar sentirse poderoso, y seguramente por ello dejó de necesitar demostrar su poder.

Empezó a aprender que la humildad también podía tener sus ventajas. Empezó a reinar de una manera más sabia y bondadosa. Y sucedió que su pueblo empezó a quererlo, como nunca lo había querido antes.

El rey ya no iba a ver al mago investigando por su salud, iba realmente para aprender, para compartir una decisión o simplemente para charlar.

El rey y el mago habían llegado a ser excelentes amigos.

Hasta que un día, a más de cuatro años de aquella cena, sin motivo, el rey recordó. Recordó que este hombre, a quien consideraba ahora su mejor amigo, había sido su más odiado enemigo. Recordó aquel plan que alguna vez urdió para matarlo. Y se dio cuenta de que no podía seguir manteniendo este secreto sin sentirse un hipócrita.

El rey tomó coraje y fue hasta la habitación del mago. Golpeó la puerta y apenas entró, le dijo:

-Hermano mío, tengo algo para contarte que me oprime el pecho.

-Dime - dijo el mago - y alivia tu corazón

-Aquella noche, cuando te invité a cenar y te pregunté sobre tu muerte, yo no quería en realidad saber sobre tu futuro, planeaba matarte frente a cualquier cosa que me dijeras, quería que tu muerte inesperada desmistificara tu fama de adivino. Te odiaba porque todos te amaban.... Estoy tan avergonzado...

El rey suspiró profundamente y siguió:

-Aquella noche no me animé a matarte y ahora que somos amigos, y más que amigo, hermanos, me aterra pensar todo lo que hubiera perdido si lo hubiera hecho. Hoy he sentido que no puedo seguir ocultándote mi infamia. Necesité decirte todo esto para que tú me perdones o me desprecies, pero sin ocultamientos.

El mago lo miró y le dijo:

-Has tardado mucho tiempo en poder decírmelo, pero de todas maneras, me alegra que lo hayas hecho, porque esto es lo único que me permitirá decirte que ya lo sabía. Cuando me hiciste la pregunta y acariciaste con la mano el puño de tu espada, fue tan clara tu intención, que no hacía falta ser adivino para darse cuenta de lo que pensabas hacer.

El mago sonrió y puso su mano en el hombro del rey

- Como justa devolución a tu sinceridad, debo decirte que yo también te mentí... Te confieso que inventé esa absurda historia de mi muerte antes de la tuya para darte una lección. Una lección que recién hoy estás en condiciones de aprender, quizás la más importante cosa que yo te haya enseñado: Vamos por el mundo odiando y rechazando aspectos de los otros y hasta de nosotros mismos que creemos despreciables, amenazantes o inútiles... y sin embargo, si nos damos tiempo, terminamos dándonos cuenta de lo mucho que nos costaría vivir sin aquellas cosas que en un momento rechazamos. Tu muerte, querido amigo, llegará justo, justo el día de tu muerte, y ni un minuto antes. Es importante que sepas que yo estoy viejo, y mi día seguramente se acerca. No hay ninguna razón para pensar que tu partida deba estar atada a la mía. Son nuestras vidas las que se han ligado, no nuestras muertes.

El rey y el mago se abrazaron y festejaron brindando por la confianza que cada uno sentía en esta relación que habían sabido construir juntos.

Cuenta la leyenda... que misteriosamente, esa misma noche... el mago... murió durante el sueño.

El rey se enteró de la mala noticia a la mañana siguiente y se sintió desolado. No estaba angustiado por la idea de su propia muerte, había aprendido del mago a desapegarse hasta de su permanencia en este mundo. Estaba triste por la muerte de su amigo.

Qué coincidencia extraña había hecho que el rey le pudiera contar esto al mago justo la noche anterior a su muerte? Tal vez de alguna manera desconocida el mago había hecho que él pudiera decirle esto para poder quitarle su fantasía de morirse un día después. Un último acto de amor para librarlo de sus temores de otros tiempos... Cuentan que el rey se levantó y que con sus propias manos cavó en el jardín, bajo su ventana, una tumba para su amigo, el mago. Enterró allí su cuerpo y el resto del día se quedó al lado del montículo de tierra, llorando como sólo se llora ante la pérdida de los seres más queridos.

Y recién entrada la noche, el rey volvió a su habitación.

Cuenta la leyenda... que esa misma noche... veinticuatro horas después de la muerte del mago, el rey murió en su lecho mientras dormía... quizás de casualidad... quizás de dolor... quizás para confirmar la última enseñanza de su maestro.

EL SEMBRADOR


En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras.

Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio a Eliahu transpirando, mientras parecía cavar en la arena.

- ¿Que tal anciano? La paz sea contigo.

- Contigo -contestó Eliahu sin dejar su tarea.

- ¿Qué haces aquí, con esta temperatura, y esa pala en las manos?

- Siembro -contestó el viejo.

- Qué siembras aquí, Eliahu?

- Dátiles -respondió Eliahu mientras señalaba a su alrededor el palmar.

-¡Dátiles!! -repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez.

-El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de licor.

- No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos...

- Dime, amigo: ¿cuántos años tienes?

- No sé... sesenta, setenta, ochenta, no sé... lo he olvidado... pero eso, ¿qué importa?

- Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años en crecer y recién después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos.

Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes, ojala vivas hasta los ciento un años, pero tú sabes que difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras. Deja eso y ven conmigo.

-Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar esos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y aunque solo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.

- Me has dado una gran lección, Eliahu, déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me diste - y diciendo esto, Hakim le puso en la mano al viejo una bolsa de cuero.

- Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara. Parecía cierto y sin embargo, mira, todavía no termino de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.

- Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me das hoy y es quizás más importante que la primera. Déjame pues que pague también esta lección con otra bolsa de monedas.

-Y a veces pasa esto -siguió el anciano y extendió la mano mirando las dos bolsas de monedas-: sembré para no cosechar y antes de terminar de sembrar ya coseché no solo una, sino dos veces.

-Ya basta, viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas tengo miedo de que no me alcance toda mi fortuna para pagarte...

JORGE BUCAY