jueves, 28 de junio de 2012

RASGOS DE LA PERSONALIDAD INMADURA



Las distintas experiencias que vamos atravesando a lo largo de nuestra vida nos ayudan a madurar, a ir creciendo intelectual y emocionalmente, hasta convertirnos en personas maduras y equilibradas. Sin embargo, existen personas que parecen no pasar por este proceso y que, por su actitud, su edad emocional no parece corresponderse con su edad cronológica. Son las personalidades inmaduras, que no han encontrado vías para resolver conflictos y hacer frente a las diferentes etapas de la vida y siguen reaccionando como en la etapa infantil o adolescente.


Otro de los rasgos que definen a estas personas es un casi total desconocimiento de sí mismos. Una parte importante de madurar consiste en conocernos, determinar nuestras virtudes y nuestros defectos y analizarlos objetivamente. Las personas inmaduras suelen tener una idea exagerada de sus virtudes y un desconocimiento total de aquellas áreas en las que necesitan mejorar. 


Tratar con ellas no siempre es fácil, ya que son muy inestables emocionalmente, por lo que pueden pasar en pocos momentos de la alegría extrema a la depresión, o estallar emocionalmente ante cualquier estímulo, por nimio que sea, sobre todo cuando sus expectativas se ven frustradas. 

Su tolerancia a la frustración es casi inexistente, y suelen culpar al destino o a los demás cuando no logran aquello que persiguen. 

Tampoco tienen un proyecto de vida, no se plantean objetivos ni piensan cómo quieren que sea su vida a cinco, diez o veinte años vista. Van dejando el tiempo pasar, reaccionando a los acontecimientos, sin nunca tomar el timón de su vida. En el aspecto laboral, suelen abandonar sus trabajos al primer contratiempo o roce con sus compañeros y lo mismo ocurre en el aspecto emocional, por lo que es muy difícil que mantengan una relación estable a largo plazo.

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