Si un hombre sólo puede obedecer y no desobedecer es un esclavo. Si un hombre sólo puede desobedecer y no obedecer es un rebelde y actúa por cólera, despecho o resentimiento, pero no por convicción o principio.
Erich Fromm
La capacidad de desobediencia constituyó -segun Fromm- el inicio de la historia humana: " E l hombre que vive en el jardín del Edén, en completa armonía con la naturaleza pero sin conciencia de sí mismo, comienza su historia con el primer acto de libertad: desobedeciendo una orden". Asimismo podría ser que fuera la obediencia ciega y acrítica lo que acabe provocando el final de la humanidad. La libertad y la capacidad de desobediencia son, pues, inseparables. Una persona incapaz de desobedecer una orden, que se limite a seguir las pautas y órdenes marcadas, sin aplicar su propio criterio y valores, es un ser desprovisto de libertad, pasivo y peligroso.
Zygmunt Bauman afirma en este sentido:
Quien obedece normas dictadas no es un ser moral, es un conformista. Un ser moral es aquel que actúa así porque asi lo ha decidido y asume la responsabilidad plena de sus actos y sus consecuencias, no quien actúa porque le han dicho que lo tiene que hacer.
El hecho de que un hijo no manifieste ninguna reivindicación de independencia no debería ser motivo de alegría para los padres sino de preocupación, porque significa que su necesidad de seguridad y protección domina a la tendencia de explorar.
La obediencia y la aceptación, sin el ejercicio de la capacidad crítica, puede dar lugar a un estilo pasivo de relación con el mundo y también una personalidad poco responsable y con bajos niveles de control interno. Es la excusa perfecta: si hacemos lo que nos mandan no va bien, será la culpa del que lo ha mandado y no la nuestra. Acaba siendo más fácil y más cómodo obedecer.
OBEDIENCIA SIN CAPACIDAD CRÍTICA= SERES MANIPULABLES
Los padres debemos considerar la desobediencia como una parte del entrenamiento de la libertad que hacen los hijos. Para desobedecer es necesario que, previamente, hayan existido normas o límites. Infringirlos siempre tiene un precio. No hacerlo, también. Hallar el punto de equilibrio entre obediencia y desobediencia forma parte de nuestra libertad y responsabilidad.