La vida es una decisión constante. Cada segundo decidimos lo que hacemos de nuestro presente y nuestro futuro. En la mañana podemos decidir entre levantarnos o quedarnos durmiendo, entre cumplir responsabilidades o ignorarlas, entre buscar o esperar.
Podemos decidir si desayunamos o no lo hacemos; qué platillo escoger; comenzar nuestro día con entusiasmo o con pesimismo, tal vez pensando que todo es una rutina. Al salir de casa, podemos decidir a qué lugar dirigirnos, si salir temprano organizadamente o salir tarde a la prisa y llevarnos enredado todo lo que encontremos a nuestro paso.
Podemos decidir entre insultar al que nos insultó en el camino o pedir a Dios que perdone su falta. Podemos decidir si hacer el bien a alguien que lo necesite o simplemente permanecer en la comodidad de la omisión.
Decidimos si decir la verdad o unas mentiritas que a veces apodamos "piadosas" por conveniencia. Podemos decidir si trabajar poniendo todo nuestro esmero en lo que hacemos, disfrutando cada cosa o hacer el trabajo que nos corresponde, simplemente porque "hay que hacerlo".
Decidimos si compartir con los demás o guardarnos todo para nosotros, si asistir a compromisos previos o cancelarlos porque se nos ha presentado una diversión que no nos llevará a ninguna parte, sino a volvernos unos irresponsables con el tiempo...
Decidimos tantas cosas... si ahorrar o gastar; si aprender, o quedarnos estancados con lo que ya sabemos; si disfrutar con nuestra familia o con nuestros "amigos"; si reír o llorar; si alabar o blasfemar; si herir o ayudar; si maldecir o bendecir; si brindar amor u odio; si sembrar paz o planear guerra; si vivir o morir...
Decide lo que has de hacer cada momento de tu vida, y recuerda que cada segundo cuenta...
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